La Iglesia de la Inmaculada destaca por su majestuosidad sobre el resto de casas de Linares de Mora. Declarada Bien de Interés Cultural, en la categoría de Monumento, por el Gobierno de Aragón en 2001, se trata de una construcción del siglo XVIII (1785-1795) realizada, según trazas del maestro Martín de la Aldehuela, en mampostería enlucida y combinada con sillar en los ángulos y marcos en los vanos (éstos enlucidos en rojo).
Al exterior se presenta como un volumen compacto, aunque el interior se halla dividida en tres naves, de mayor altura la central, pero que han sido igualadas gracias a la construcción de una cámara sobre las laterales. Asímismo cuenta con un crucero cubierto con cúpula. La cabecera es semicircular al interior, aunque recta al exterior, y se halla integrada por el espacio central de la Capilla Mayor, en la que se sitúa un gran baldaquino cobijando la imagen de la Inmaculada, y dos capillas laterales (la de la derecha, con uso de sacristía).
Interiormente la decoración barroca clasicista consiste en pinturas murales, principalmente en las bóvedas de cañón con lunetos que cubren la nave central, pequeños motivos en estuco y un enlucido en tonos pastel.
La fachada principal, muy sobría, también se encuentra dividida en tres partes, reflejo de la distribución interior. Frente al hastial occidental y exenta, se alza la torre campanario de tres cuerpos; es de planta cuadrada el primero y octogonales los dos últimos, al igual que el chapitel de remate.
En la iglesia se guardan, junto a una tabla del siglo XVI dedicada a la Sagrada Familia y San Juanito, del círculo de Juan de Juanes, y la monumental llave de la iglesia, algunas notables piezas de orfebrería. Destaca una hermosa cruz procesional gótica, de 1,42 metros de altura y 0,55 de ancho, sobredorada con esmaltes que representan el tema de la Pasión. Aunque no tiene punzón, es una obra salida de un taller levantino, y se data de finales del siglo XIV o principios del XV. La otra cruz procesional que se conserva en Linares es una pieza en plata sobredorada, atribuible al platero zaragozano Lorenzo Martón hacia 1575. Obra renacentista cuya estructura y ornamentación es semejante a la de Aliaga, y sus esculturas de bulto son del mismo molde que las de la cruz Sasal de Huesca.
No obstante, la pieza por la que vale por sí sola la visita a Linares de Mora, es un tríptico de esmalte del siglo XVI. Representa en su placa central la Crucifixión y en las placas de las portezuelas, la Piedad en la izquierda y Cristo con la cruz a cuestas ante la Verónica, en la derecha. El colorido es muy vivo, con verdes y azules brillantísimos y ocres de varios tonos que, como los otros colores, se matizan y subrayan con coro. Aparece firmado por Maret, pero es posible que saliera del taller de Nardón Penicaud.